Juan del Valle Morán (Gijón, 18 de junio de 1978), Juanín para sus amigos, es una de esas figuras locales relacionadas con el mundo del deporte que a pesar de no ser la imagen de ninguna disciplina mediática, de un tiempo a esta parte se ha convertido en una referencia para la ciudad, algo así como un mito en su época más tierna y, ahora, un espejo de superación para todo el mundo.
Sus gestas en el mundo del full contact y el boxeo son la tarjeta de presentación que lo acompañarán toda su vida, pero este hombre, por encima de todo y como a él le gusta definirse, siempre ha sido un deportista.
Dotado de unas aptitudes físicas sobresalientes, de una disciplina espartana a la hora de cuidar su alimentación y sus hábitos, y del tan necesario carácter ganador, siempre ha destacado en lo que se ha propuesto: patinando, nadando, montando en bicicleta o corriendo.
Desde que era un crío su vida ha estado ligada al deporte, culminando su formación personal con la diplomatura de Magisterio en la especialidad de Educación Física.
Siendo un adolescente se inició en el mundo de los deportes de contacto. Gijonés de pro, de Somió para más señas, y con una forma de ser que no dejaba indiferente a nadie, Del Valle, que siempre peleaba con aquellos pantalones cosidos por su madre con los colores de la bandera de Asturias, llegó a ser un tipo que creaba adicción. En sus años de máximo esplendor en el full contact todo el mundo lo conocía en la ciudad. En parte gracias a él este deporte se puso de moda en los gimnasios, y pasó a ser una marca en la capital de la Costa Verde. Incluso Gijón se convirtió en una referencia europea más allá de Pajares. Luego, en el boxeo nacional, de nuevo volvió a situarse entre los mejores ganándose el respeto y la admiración de todos.
Tras su paso por la universidad y las respectivas prácticas con los alumnos, Juan entendió que él era hombre de acción y tenía buscar nuevos retos. Algo que lo llenase totalmente. Su siguiente objetivo fue totalmente vocacional: convertirse en policía. Lo consiguió pronto, y como tal, durante sus primeros años estuvo viajando por todo el mundo siendo partícipe de operaciones importantes. El trabajo no siempre fue complementario con su carrera boxística y hubo épocas en las que no tuvo más remedio que abandonar momentáneamente los guantes.
Fue el deporte el que lo trajo de nuevo a casa, tras varios años instalado, junto a su querida Nazareth, en Madrid. A pesar de estar muy bien posicionado en el plano laboral, las montañas asturianas y la sed de nuevos triunfos, fueron un señuelo demasiado apetecible para un enamorado de las altas cumbres como Juanín, que además pudo retomar su carrera boxística junto a su equipo de toda la vida.
Hace un par de años nos fuimos a entrenar a Nueva York, y fue allí donde me empezó a hablar de un nuevo proyecto solidario y deportivo. Junto a otros compañeros, puso en marcha el «Desafío Astur Solidario (DAS)», un proyecto que consistía en realizar tres pruebas de ultrarresistencia en distintas especialidades con el fin de recaudar fondos para Cocemfe, una asociación de minusválidos de la región. Al igual que para su inacabada carrera como boxeador, el destino imposibilitó a Juan formar parte de esos tres grandes retos con sus compañeros del DAS. Un terrible accidente de trabajo paralizó por completo los proyectos del protagonista de este escrito. Casi ha pasado un año desde aquello y aunque todavía queda por delante buena parte de la recuperación, muchos aún se preguntan como la cosa puede ir tan bien. Algunos no hubieran salido de aquel coche hecho añicos, unos pocos lo hubieran hecho sin poder caminar, pero este hombre del deporte, ordenado y con una fuerza de voluntad de titán está volviendo a conseguirlo, en busca de su mejor cinturón. ¿Dónde está el límite?
A simple vista es un tipo que se muestra frío, quizás algo desconfiado, de carácter altivo y muy celoso de su intimidad, pero con los suyos, como dice la canción, es un auténtico corazón tendido al sol. Enamorado de su mujer hasta las trancas, gran amigo de sus amigos y devoto admirador de sus padres Miguel y María y del resto de su familia, son aspectos que definen el componente sentimental de este gijonés de casta y corazón.
Como boxeador, y con el conocimiento de su retirada definitiva por motivos y evidencias médicas, su carrera profesional deja para algunos un sabor agridulce. El tope deportivo sobre la tarima brava seguramente estaba aún muy arriba, aunque hubiera mucho que luchar, mucho que trabajar y mucho que conseguir. Pero por encima de otras cuestiones y al margen de resultados, la esencia de todo en la vida de este guerrero es que lo que hizo lo consiguió entregándose en cada asalto, vaciándose en cada golpe y sin que nadie le regalase nada.
Ahora va a afrontar otro tipo de combate, una nueva operación para seguir con la recuperación de su espalda. El segundo combate y esperemos que último de estas características. Y Juan lo puede hacer tranquilo y con la confianza de llegar a este punto siendo una persona admirada por los suyos. Lo pudimos evidenciar tras el baño de multitudes que se dio hace pocas semanas, en el homenaje que se le tributó en su ciudad y donde los aplausos todavía atruenan los oídos de más de uno en aquélla su última subida al cuadrilátero.